Los estereotipos provocan reacciones dispares: curiosidad, indignación, sorpresa, resignación, rebeldía… y tienen también orígenes diversos: la costumbre, los colectivos, los medios, la publicidad, … Este al que me refiero despierta en mí animadversión y hasta incomprensión, aunque considero que es una concepción interesadamente manipulada: la de que el emprendedor es ese “neo empresario” alternativo, alejado de la estética empresarial más común, de estilo necesariamente informal, incluso cuidadosamente descuidado, opuesto a cualquier rigor formal o vestimenta reglada. Está claro que hablamos de generalizaciones, pero se promueve esa asociación de ideas, vía identidad de imágenes, en un ánimo estratégico de atraer a un determinado público hacia el emprendimiento y desmarcar esta vocación de la actividad empresarial que le es ineludiblemente intrínseca, consustancial y vinculada.

 Esa estrategia de marketing puede desvirtuar aspectos esenciales de la realidad que verdaderamente hay que gestionar. Y es que ese empeño en orientar y caracterizar al emprendedor como ese perfil “casual” y desenfadado, ese empresario renovado de zapatillas y vaquero, que podría ser estratégicamente interesante, termina por presentarse en confrontación, con la actividad empresarial encarnada por esos empresarios “más formales” de traje o de americana y corbata, hasta el punto de situarse como alternativos o en antítesis o antónimos vitales. Y esto si excita mi enérgica oposición porque es una confusión de origen y de destino: ser emprendedor es una actitud vital, un modo de ser, con un componente vocacional decisivo alejado de atuendos y vestimentas, en la medida en que está mucho más relacionado con una disposición interior, con ilusiones y emociones, intenciones y voluntades; porque ser empresario conlleva intrínsecamente el emprendimiento y la actitud emprendedora, porque enfrentar o distanciar al emprendedor del empresario es como alejar el inicio del fin, o separar la acción del objetivo; porque el empresario emprendedor puede ser tan joven y desaliñado como cualquier pretendido emprendedor, porque la “fachada” es un signo externo sin fundamento a falta del sustento de esa vocación, capacidad e intención que poco o nada tiene que ver con la indumentaria.

En fin, que ojalá la corbata fuera el único elemento que obstaculiza el ánimo emprendedor, la barrera más sensible o la frontera principal entre quien lo piensa y lo hace, porque entonces sí sería una solución prescindir de ella. Pero como esta posibilidad incluso como tal resulta ridícula, me permito abanderar el reproche al sinsentido de descalificar o descartar como emprendedores a aquellos que prefieren la etiqueta en relación a los que eligen los “jeans”, los que se afeitan de los que no, o los que lucen melena y camiseta frente a la gomina. En el mundo de la imagen y la apariencia el estilismo tiene trascendencia, pero en el camino de la igualdad, la concepción de la diversidad como riqueza, la discriminación o la estigmatización limitativa, no tiene cabida, y hay veteranos “enchaquetados” ejemplo de emprendimiento y de espíritu innovador, y jóvenes “greñosos” cuya actitud emprendedora y atrevimiento se restringe a poco más que a eso de ir en camiseta, vaqueros y a peinarse despeinándose… Por tanto, los simplismos y la superficialidad no puede ser un elemento distorsionador y clasificador para desarrollo de fines tan importantes como los que corresponden a estas figuras y vocaciones que son partes de un proceso único que se engloba en la actividad empresarial.

 Así pues, la corbata gustará más o menos, los vaqueros serán más o menos apropiados, pero no descarten mi vocación emprendedora por estos signos, porque entonces habremos entendido muy poco de lo que implica este desarrollo personal y vocacional.

 Una vez comencé una charla de un master quitándome la corbata después de que me presentaran, mi vocación, disposición, conocimientos y discurso era el mismo con corbata que sin ella… Otra vez fui a una gala de presentación de un libro y en la mesa presidencial había un “emprendedor” en vaqueros y con jersey… como símbolo de esa neo tendencia. Me encanta vestir informal y casual, y también entiendo que el protocolo, la representación y las situaciones pueden requerir la corbata y la chaqueta… y ambos contextos no me hacen ni deshacen mi condición, porque emprendedor soy yo…o tú, y ambos.