Tengo un AMIGO, y lo escribo con mayúsculas porque es una maravillosa palabra y una insustituible relación cuando es auténtica y porque tengo muy pocos y muy buenos, y porque leo a pocos que escriben refiriéndose a sus amigos y lo que les dicen o se aprende con ellos, como si fueran seres ultraplanetarios o lejos de la vulgaridad popoular; y porque son una gran fuente de reflexión, conocimiento o desconocimiento y motivación, y porque me da la gana… básicamente… El caso es que mi AMIGO, es ante todo un personaje y muy aficionado a contenidos muy peculiares como el mundo del cómic, o la nba, o…la Guerra de las Galaxias… Y en una de esas conversaciones “profundas” con él vía whatsapp (fantástico invento) al hilo de una antigua aspiración suya yo le animé a intentarlo, desde la observación estimulante y apasionada: el fracaso es no intentarlo; y él recurriendo al acerbo y sabiduría galáctica citó al maestro YODA (sin duda un referente) para contestar: “hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”…

Y claro, encendió al gurú que habita disimuladamente en mis entrañas que sucumbió a la provocación y emergió como insolente y soberbio maestro YO para decirle: “intentarlo es un paso necesario para hacerlo; y repetir el intento hasta conseguirlo es el secreto para el éxito”… ¡Hala¡… Sin respirar, y casi sin reflexionar, que creo que vino después, pero para ratificarme en mi autocatalogada como brillante y temeraria afirmación. Descubrí que está arraigada en mi experiencia y era fruto de mis convicciones y vivencias, de mi forma de entender el proceso y de enfrentar los desafíos. Y sí, constaté que creo firmemente en ello, en intentar llevar a cabo, una y otra vez aquello que uno quiere, desea, piensa o imagina. El intento es la distancia concreta entre hacer y no hacer algo.

Entonces me surgió la inquietud que comparto de evaluar, hasta llegar a determinar ya con prudencia, que hay muchas acciones sin desarrollar o sin ejecutar por la pereza de no intentarlo, por la comodidad de no hacerlo, de ni siquiera empezar por el miedo a no acabar, por el pavor a fracasar o equivocarse… E inevitablemente mi diatriba confluye a un ineludible reproche a la atenazante y limitante cultura del fracaso que amordaza y hasta apresa iniciativas, creaciones, intenciones y talentos sin discrimación, espantando cualquier atrevimiento u osadía de empeñarse en un sueño o aun un modesto objetivo. Así esa lacerante mentalidad lleva a obviar lo valioso del error empírico y real como escalones donde apoyarnos para subir el edificio de nuestra voluntad de ser y de hacer lo que imaginamos, deseamos o pretendemos, tal vez apoyados en la barandilla de cada intento.

No se trata de ensalzar el error y el fracaso, sino de construir un discurso y generar una corriente donde la contingencia de equivocarse o de no acertar, de perderse en el camino, no se convierta en un fin, sino en un medio…

Aunque todo esto, implique destrozar la filosofía de YODA, y cambiar la trama e incluso el desenlace de la Guerra de las Galaxias. Lo que es de otra Galaxia y no cambiaría ninguna guerra es mi amistad con un ser tan especial, que me permite buscar complejas respuestas en la sencillez de lo más cotidiano y cercano.