Siempre he tenido ese puntito romántico de considerar el dinero un mal necesario o una herramienta para hacer mucho bien… Y como la mayoría de los mortales aquello del “si yo fuera rico…” me ha tentado alguna vez de pensamiento. Con el tiempo, los reveses, la realidad o la edad, aun asumiendo y esperando que me quede mucho por seguir viendo y aprendiendo, y por supuesto, por sorprenderme; sigo aferrándome a ese idealismo pero mucho más asentado y consciente, menos apasionado o ingenuo. El dinero es imprescindible en este sistema tan consolidado y enraizado, y la cuestión es que pudiera ser un mecanismo para procurar, producir y construir felicidad propia y ajena, o acaso la ajena para ser más plena y perfecta la propia.

Y de esas dos aristas del dinero, de la “pasta”, una conclusión evidente: el dinero es poderoso, es más, sin pasiones, es el verdadero poder. Incluso quien renuncia al dinero que le puede corresponder directa o indirectamente, está disponiendo de él, lo está utilizando, y quien pasa necesidad encuentra causa y solución en el dinero o su escasez. Y otra realidad casi axiomática es que donde está el dinero está el poder, y al revés también. Y eso ha sido una evolución histórica no exenta de cierta perversión, porque no siempre los más poderosos fueron los más ricos, y no siempre los más ricos tuvieron o controlaron el poder. Pero si somos sensatos y fríos en nuestro juicio, el mundo está marcado por los billetes y los billetes marcan el mundo…nos pese mucho, poco o nada, en función y proporción precisamente de los propios billetes que se atesoren…

Pero aun desde este alegato resignadamente materialista, me aferro a la potencialidad del “taco” para hacer el bien, es decir, de su capacidad para mejorar la vida, una vida condicionada por el dinero, para mal o para bien… Esto es, superado el “trauma” de que el dinero existe y nos diferencia, discrimina y perjudica, y hasta nos clasifica; aun aspirando a una evolución que mejore este catálogo determinado por números alienantes de personas; podemos revertir, invertir y aprovechar los efectos del dinero, se tenga el que se tenga o se aspire a tener, el problema cultural no debe ser el de tener o no tener dinero, sino que pongamos el foco en qué se hace con él, en qué se emplea… Pues el lastre mundial es el atesoramiento, el estipendio o el malgasto pecuniario; la gestión egoísta o excesivamente hedonista del dinero. Si el dinero fluye, si se destina de unos para otros, de los que más tienen para los que necesitan… estaremos ante parte de la solución en lugar de enfangados en un problema de billetes.

Sí, ya sé y después me despierto y me caigo del árbol… Pero no es tan descabellado porque el dinero incentiva al dinero, es decir, el mayor estímulo para quien tiene como prioridad la pasta es ahorrar o conseguir benefcios según su uso… Y ahí sí hay margen de maniobra, si el corazón y el alma, la educación, la formación, la sensibilidad y la solidaridad no dan para descubrir que ayudar, dar y darse es la mayor riqueza posible.

Cuando se habla de Responsabilidad Social Empresarial y uno asiste a cierto encorsetamiento y direccionamiento de lo que debe ser un elemento consustancial y nativo de la empresa y el empresario; o se asiste a ese empeño “progre” (sin apropiación ni asiganción indebida del progresismo o el progreso) de ver mal que la empresa o el empresario “ganen” dinero; soy presa de cierta ira contenida porque otra vez hay desenfoque e intereses que distorsionan o debilitan lo que se puede conseguir. Ojalá haya muchas empresas que ganen dinero porque eso redunda en puestos de trabajo, en capacidad de hacer cosas, filantrópicas o no, al final es hacer, gastar, dar.. y si añadimos al prójimo en el itinerario, conseguimos la cuadratura del círculo… El dinero no es el enemigo ya, a lo mejor es la fórmula… Yo sólo concibo la generación de beneficios para un fin más alla de mis propios y cercanos caprichos o lujos, o aspiraciones materiales, para poder mejorar el mundo en el que vivo y a los que viven en él… que viene a ser lo mismo…

Tal vez por eso no gane dinero, pero y si hay más como yo y mejores (estoy seguro) con las mismas intenciones y están atenazados por el propio sistema que no deja ganar dinero, que dice cómo gastarlo y con quien…

El caso es que todo esto viene a colación de la importancia de que la dichosa pasta puede ser un objetivo muy práctico y loable, y desde luego muy contundente para todo: está sociedad sigue, emula, admira, respeta o envidia, escucha y atiende al que tiene dinero… conseguirlo es una buena aspiración, tenerlo una responsabilidad y una oportunidad; malgastarlo un atropello, y utilizarlo sólo en uno mismo es una indignidad.

Pero la verdad más irrefutable es que el más poderoso de todos es el dinero en sí mismo, por eso debemos controlarlo nosotros y no que sea él el que nos mueva a nosotros.