A quién no le han dicho, o quién no ha dicho o pensado alguna vez eso de “yo soy así y esto es lo que hay”, o “me tienes que aceptar así”, “yo a estas alturas ya no voy a cambiar”… Todo eso que suena a la canción de Alaska en una mal entendida reivindicación de uno mismo, y de ratificación de la propia personalidad y seguridad individual. Pues bien, yo con mi inconformismo congénito no digiero bien ni para mí mismo ni para los demás, esta línea vital. Vamos que se me atraganta aun cuando la envuelva en un extenso y puede que desvirtuado sentido de la aceptación amorosa y generosa del otro.

Esa tendencia a la autoresignación que se impone y proyecta a los demás como un “lo tomas o lo dejas”, implica anestesiar o poner a hibernar la mejor versión de nosotros mismos. Acaso esa versión puede ser una mera ilusión o ideal, pero sólo como aspiración se erige en contundente estímulo para ser mejor. Y ese “ser mejor” deriva en felicidad propia y compartida. Con ello no se excluye, al contrario, la necesaria capacidad de aceptar en plenitud al otro tal cual es, como expresión pura y sencilla de amor, del querer más completo y maduro. Pero esa aceptación no puede someter la voluntad y el deseo insobornable de evolucionar, de progresar, de descubrir nuestros propios rincones. Ese es el incesante camino de la vida en forma de ensayo y error permanente, porque esta vida sin manual de instrucciones sólo admite una certeza, que el único modo de aprender a vivir nuestra propia vida, es vivirla; y lo rápido que seamos aprendiendo a hacerlo marcará la diferencia de nuestra propia satisfacción y de la percepción que generamos en los demás.

“Esto es lo que hay” apunta más a la comodidad, a la imposición general de un “de aquí no me muevo y lo demás es cosa tuya”, que ensombrece las luces que viven en cada uno de nosotros y apagan nuestra virtud de iluminar. Nadie que te quiera, puede pretender que seas otro, pero al quererte legítimamente espera lo mejor de ti, sin perjuicio de ser capaz de convivir y admitir lo peor, y amarte en ello también. Hay dos opciones: vivir con la intención de mejorar aquello que somos y de versionarnos continuamente ofreciendo distintos registros de nuestro ser esencial; o inmovilizarse en una probeta de autocomplacencia y excusa continua. Quien nos quiere apreciará el simple gesto, el mero empeño en pulir nuestras limitaciones, a veces le bastará el estricto reconocimiento sincero y profundo de las mismas, recibirá con gozo y sorpresa ilusionada ese cambio, ese atrevimiento, ese esfuerzo novedoso o renovado… porque al final y al principio eso es vivir: dar pasos, avanzar no nos hace distintos, pero nos permite llegar más lejos y con más camino en las entrañas y en el alma. A quienes queremos le deseamos lo máximo y anhelamos que los demás vean su brillo como nosotros, o que no noten sus sombras, o incluso que vean esos destellos invisibles para la mayoría y que a nosotros nos deslumbran en la intimidad.

Que seas lo que eres, ser lo que yo soy, es siempre el punto de partida y la oportunidad de lanzarte o lanzarme a la siguiente conquista posible dentro de uno mismo. Y esto lejos de ser un camino de tensión o de presión, es un sendero de ilusión, son razones y motivos que nos mueven, que nos mantienen alerta. La mejor versión de cada uno, nuestra versión 2.0, 3.0, 4.0, 5.0… es el mejor regalo que podemos hacernos y que podemos hacer, porque el sólo empeño en actualizar nuestro “software” cambia la presentación y nos renueva. La capacidad de sorprender parte de nuestra capacidad de sorprendernos, y ésta depende de nuestra inquietud por descubrir y descubrirnos. El camino nunca está completo porque si no deja de ser camino y es final.

Tampoco se puede pretender ser “personas jamón” de modo continúo e inquebrantable, porque es irreal, y porque hasta el jamón en cantidades extremas es perniciosa y harta. Y dicho sea de paso a mi me encantan las lentejas, pero hace poco leía recetas en las que se sugería aportarle foie como toque innovador, existe la crema de lentejas, las lentejas con arroz, con calabaza, y hasta la ensalada de lentejas… Las lentejas tienen camino, tienen versiones, y se versionan. Y quien no se conforma con que seamos “lentejas”, puede que sea “jamón”.