Si se apareciese el genio de la lámpara y nos permitiese pedir una virtud, ¿cuál pedirías?… Quien más y quien menos, todos de un modo u otro y en parecidos términos nos hemos enfrentado a esta pregunta. Incluso el cuento ha versionado en cine y en relatos diversos el sentido y contenido de la misma. Yo confieso que las elecciones me producen un primer efecto que es la generación de una pereza infinita, porque no deja de suponer enfrentarse a emociones, intenciones e intimidades que pululan por esa vida interior siempre singular.

Sin embargo, hoy por hoy, tengo claro la que elijo y recomiendo: la capacidad de aprendizaje y asimilación de las vivencias, esto es, ser un extraordinario alumno de mis propias experiencias. Esta virtud permite una continua superación, implica sensibilidad, interacción para aprovechar la convivencia con otros, es un camino de mejora consciente y paulatino, pequeños retos cotidianos que te hacen evolucionar, es inagotable y atemporal, estimulante y accesible en cualquier tiempo, edad o momento vital, transmisible, cotidiana, llena de oportunidades, de sorpresas, genera satisfacciones muy personales…

Está claro, sería más fácil optar por un súper poder que me hiciera famoso o rico o poderoso, pero todo eso pasa y carece de muchas de esas características importantes, y además sin la virtud del aprendizaje cualquiera de esas alternativas correría cierto peligro de malograrse o volverse en mi contra. Y por otra parte, la historia del genio permitía tres deseos…

Entiendo que convencer de esto no es sencillo, precisamente porque es un aprendizaje personal, pero tampoco está en mi ánimo tal objetivo, sino más bien compartir una visión, que no es tanto la del genio de la lámpara, como la de la importancia de estar atentos a lo que nos rodea, de ser inquietos con lo que vivimos, inconformistas para vivir más, responsables para servir desde lo vivido, ambiciosos para explorar y descubrir, para enriquecernos con la experiencia y ser generosos con ellas… Y al final, sentir que tenemos un tesoro. Es una virtud que estimo y que exige cuidados, porque si no se atiende y cultiva se deteriora.

 Es difícil elegir, pero mucho más complicado es encontrar la lámpara y al genio, así que animo a buscar la virtud de vivir y aprender de lo vivido para compartirlo.