Siempre lo decían mis abuelos, esos “coaches” de mi vida que aun sin estar ya conmigo siguen en mí más presentes que nunca… y es doctrina de mi padre, y vivencia mía que hoy escribo especialmente para mí mismo en este rincón sin intimidad premeditada al que estáis invitados. Y lo reflexiono para reafirmarme en que mientras hay nubes y lluvia sólo cabe esperar el sol a sabiendas de que el sol terminará por salir y todo volverá a secarse; con la certeza de que si uno está a la intemperie mientras llueve debe asumir que se mojará pero que al final es agua (al menos aquí, igual en Japón cae del cielo otra cosa), y que la humedad se seca y se pasa en cuanto el calor aprieta aunque sea con levedad. Por tanto, si hay tormenta y llueve y en tanto se suceden los truenos, relámpagos y gotas de agua con más o menos intensidad y periodicidad, no podemos empeñarnos en que en ese mismo instante salga el sol, y se despeje el cielo, no podemos pretender que ipso facto todo cambie a nuestro antojo y deseo, y luzca la primavera coyuntural que nos apetezca.

Podemos elegir entre estar a cubierto o en campo abierto, aceptando las consecuencias de lo uno y de lo otro, y podemos aguardar la retirada del temporal con la serenidad de la esperanza solar, del regreso del buen tiempo. Incluso llegar a descubrir el agradable efecto del calor sobre la humedad que nos atenaza, o valorar la lluvia con su efecto purificante, oxigenador, hasta liberador…¿qué mal hace “mojarse” un poco?, y ¿quién no tiene recuerdo de esa sensación edificante y entrañable de secarse al calor del hogar o del sol de verano tras empaparse en un imprevisto o por necesidad?. Al final es agua, es sol, ambos van y vienen, y juntos o separados, cada uno en su momento nos procuran vivencias y sensaciones que nos van curtiendo y llenando de recuerdos que en el fondo son enseñanzas que nos sirven para distinguir cuando puedo llover o no, cuando llegará el buen tiempo o conviene ponerse a cubierto, o es más cuando estoy dispuesto a calarme hasta las huesos porque tengo un destino al que llegar o una misión que cumplir… acabaré por secarme y por tener la ocasión de volver a mojarme.

Siempre que llueve, después escampa… no busques el sol cuando hay tormenta, aprecia la lluvia desde la ventana o atrévete a mojarte por un buen motivo. Sólo estar seco nos permite experimentar la humedad, sólo la humedad nos lleva a apreciar la calidez y su efecto en su dimensión más efectiva y real. Mis abuelos lo decían en campo y ciudad, mi padre me lo dice para la vida y sus cosas, y yo al verme en la tormenta intento esperar al sol, y cuando luce el sol trato de valorarlo porque sé que otro día puede llover… y cuando llueve pruebo a exponerme con tranquilidad porque es agua que se seca, porque sé que es necesario mojarse un momento para llegar donde pretendo, porque es preciso estar dispuesto a empaparse… Y también es vital reconocer el lugar donde refugiarse de la lluvia y el temporal, donde regresar si te ha sorprendido la tormenta, donde recuperarse si tuvimos que soportar los rigores de un aguacero haciendo aquello que creímos oportuno.

Podemos ser previsores y protegernos con paraguas, o estar pendientes del cielo y consultar la meteorología, las predicciones de Roberto Brasero, o escondernos cuando aparecen los nublados y sopla el viento… No obstante, la vida necesita de gente dispuesta a mojarse, de personas que sepan esperar al sol sin temer a la tormenta, de un compromiso firme que no se amilane con los temporales, ni zozobre con el ruido de los truenos. Al final saldrá el sol y volverá a llover…señal de que seguimos viviendo y compitiendo… Es sólo agua, incluso viento, y sobre todo, oportunidad de sentir, de exponerse y recogerse, de experimentar exponerse y reponerse o recomponerse.

El clima o la meterología, las estaciones, no son un momento sino muchos a base de sol, lluvia, viento… todos ellos construyen un conjunto, cada uno son instantes y todo ellos son tiempo… Me lo dijeron mis abuelos, me lo dice mi padre, y yo lo compartiré con mis hijos: hay que mojarse de cuando en cuando para que el sol haga efecto, y hay que esperar que escampe porque ningún nublado es eterno, y mientras tanto, aprender, aprender que ni calor, ni agua, que somos nosotros y nuestros hechos.