Mi amigo, el de los cómics y otro montón de cosas, me recordó una frase que el tío de Petter Parker, el disimulado Spiderman de nuestra infancia y de nuestros hijos (mucho más vanguardista y milagrero pero conservando su esencia), dijo a su sobrino: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”… Y claro desde que me la mencionó no ha parado de deambular por mi complejo mundo de experiencias e interpretaciones interiores y se me ha aparecido como fundamento de análisis y opinión ante muchas situaciones de actualidad.

Así, el recurrente mundo de la política y los políticos, lo identifico como un auténtico nido de “súper-poderes” pero donde me cuesta descubrir a los “súper-hérores”, y donde la responsabilidad para gestionar los superpoderes en cuestión parece en manos de seres muy discretos, en algún caso oscuros, y con una vocación heroica o nula, o desorientada o mal gestionada. Aun con todo, lo más lacerante es que están llenos de esos citados “súper-poderes” que crecen y crecen a golpe normativo, se alimentan a base del absentismo social, de la acomodada resignación ciudadana y al amparo o refugio de imitadores y adeptos que son leales y fieles a base de pequeñas limosnas de ese poder. Contemplado desde la óptica de la Marvel o la Warner, y su forma de presentar la labor heroica, los súper-poderes apreciables en nuestro tiempo y sus portadores, no alcanzan para salvar muchas de las realidades cotidianas… Tal vez sea falta de vocación heroica o de concienca de la misma, tal vez sea una débil responsabilidad, o un compromiso decreciente y limitado… El caso es que a base de votos y elecciones renovamos nuestra fe y esperanza, en que el poder solucione nuestros males y acabamos anhelando a seres voladores de fuerza sobrenatural, valores inquebrantables, lucha incesante y capacidad infinita… Y entonces, esos “súper-poderes” se tornan en mi interpretación cual “talentos biblícos” cuyo depositario prefiere conservarlos que invertirlos o arriesgarlos y después en la rendición de cuentas devolverlos, como mucho intactos y sin mancha, pero sin todo el servicio que la responsabilidad de tenerlos conlleva. En estos contextos de representación surge el peligro de que proliferen falsos héroes, que

Ahora bien, también esto cabe extrapolarlo a nuestro vida próxima, a nuestra propia existencia y el modo de percibirnos y de actuar en nuestras realidades. Tal vez no nos reconozcamos súper-poderosos, ni tan siquiera poderosos, y aguardamos casi siempre la heroicidad del otro que solucione lo nuestro, aún sin tampoco ser generosos en el elogio después. El caso es que también hay mucho anti-héroe, que vive en la crítica constante y en una persistente resignación, sin detenerse a ponderar sus capacidades para hacer lo oportuno, lo urgente y lo eficaz para transformar la realidad que nos rodea. Y además, obvia algo trascendental, un pequeño poder ejercido con una gran responsabilidad nos convierte en modestos héroes de la rutina, que es el espacio-tiempo donde más “enemigos” y dificultades o adversidades se generan. Y todavía algo más importante y valioso, que ese poder discreto, diminuto, esa mínima opción de hacer lo que podemos hacer, tiene trascendencia y aportar valor… Y para colmo siempre hay alguien cerca que espera de nosotros nuestras pequeñas heroicidades, que nos mire como tales “hombres y mujeres milagro”, que nos admiran, sea desde la ingenuidad, la amistad, el amor, el cariño, la necesidad o el interés… pero a sus ojos tenemos un protagonismo al que responder… no asumir el papel nos anula para reprochar los “súper-poderes sin súper-héroes y a lo súper-héroes sin súper-poderes”.

En un mundo imperfecto que para ser completo necesita esas imperfecciones, necesita de héroes que quieran serlo y también de villanos y villanías que permitan y exijan la heroicidad; pero sobre todo nuestro mundo, para ser mejor, necesita de héroes humildes y responsables del día a día, comprometidos con corresponder la mirada de quienes esperan lo mejor de nosotros, haciendo aquello que está a nuestro alcance para que nuestro “pequeño mundo” mejore, y así cambiar el MUNDO. Tenía mucha razón el tío de Spiderman, que era el héroe cotidiano de su sobrino…