“Debemos ser el cambio que queremos ver”… Es muy de nuestra cultura eso de buscar culpables, de señalar con el dedo o mirar hacia el otro cuando algo no funciona, no nos gusta o simplemente no lo compartimos. Vivimos en contextos donde la convulsión está a la vuelta de cualquier esquina en forma de reivindicación, descontento, protesta… hay un denominador común en la insatisfacción: siempre es contra alguien que no ha hecho algo o que ha hecho algo que no debió hacer o que debió hacer de otro modo, a juicio de la masa crítica, esto es, desde su percepción. Y por supuesto quien no sea capaz de identificar sobre la marcha, en 10 segundos al menos tres cosas que quisiera que fueran diferentes…que se vaya a costar, si es que no está dormido por muy abiertos que tenga los ojos.

La necesidad de cambios es una constante vital de la humanidad y la frustración parcial que producen esas transformaciones o la falta de ellas también. Y en todo caso, insisto, la tendencia arraigada nos lleva ocuparnos y preocuparnos de buscar la causa y al causante y exigir su responsabilidad.

“Debemos ser el cambio que queremos ver”, lo dijo y lo testimonió Gandhi, y es una máxima eterna o atemporal, cuya aplicación es global e integral. Cabe extenderla desde los aspectos más ordinarios y cotidianos de nuestra convivencia, hasta los más altos niveles de representación, responsabilidad o liderazgo. Nadie puede ser una excusa para nadie, si antes no es una razón para el otro. Esto es, se desvirtúa y desmigaja cualquier reproche hacia la acción o inacción del prójimo, que no parta de la conducta coherente y tangible, comprometida y fundada de uno mismo.

Todos estamos llamados a ser protagonistas de la vida que queremos vivir,  y esto nos convierte en los principales responsables de procurar que la realidad se parezca a nuestra ilusión, y sólo desde el intento firme de que así sea, tendremos legitimidad para hacer juicios de valor sobre lo que otros hacen o no, nos impiden o no. Y es un concepto absolutamente viral, que penetra en cualquier esfera: no puedo pretender que mi hijo se comporte de un modo que nunca ha visto en mí; que mis compañeros me respeten si yo no les he respetado antes; que mis empleados se comprometan conmigo si yo no estoy comprometido con ellos; que alguien me salude si yo no saludo… No podemos esperar que nuestros gobernantes sean lo que nosotros no somos, ni pedirles que sean otra cosa, sin mostrarles y demostrarles el camino.

Ser el cambio que queremos ver, pasa por asumir con claridad y discernir con honestidad cuál es esa transformación o diferencia que anhelamos, y construirla desde nosotros… Tenemos la mayor bolsa de fraude fiscal de Europa (por encima del 25% del PIB), y nos extrañamos de que haya corrupción en muchos ámbitos de representación; en los colegios culpamos a los profesores cuando algo pasa o va mal y reprochamos que nuestros hijos no sean más responsables y comprometidos; criticamos que nuestros sueldos sean bajos pero no nos cuestionamos qué valor aporto en mi empresa; queremos que los empleados trabajen más por menos, pero el empresario no hace lo mismo o no paga más cuando hay más; queremos que nos quieran y nos cuesta querer; queremos que nos hablen y nos cuesta comunicarnos…

Debemos ser el cambio que queremos ver… es un camino de convicción, de adversidad, de perseverancia, a veces de soledad e incomprensión…porque es el camino de cada uno, no es una ruta contra nadie, sino pasos llenos de personalidad propia, que muchos;  que, a su vez, exigen el cambio de los otros, confunden con la confrontación… El camino de la propia transformación, del cambio que buscamos y en el que creemos, empieza en uno mismo y no tiene fin, y a menudo choca con el obstáculo de aquellos que quieren ver el cambio que otros deben ser…y que nunca son ellos.

Gandhi lo hizo, lo vivió…y hoy sigue presente su mensaje y su legado… Es posible, merece la pena. El camino del cambio que buscas es hoy, eres tú…