Si a la mayoría nos preguntan cuáles son nuestras propiedades o posesiones todos o casi todos seríamos capaces de enumerarlas incluso con cierto detalle. En cambio nos costaría mucho más relatar aquello que hemos dado en nuestras vidas… material o inmaterial… si bien todo aquello que entregamos tiene una esencia de generosidad consustancial que se puede concretar en la cosa que das o en el don que compartes…Sea como fuere, desde luego la tendencia natural es valorar mucho más y ser más sensible o estar más atento a aquello que nos pertenece, por encima de los momentos, circunstancias o vivencias en las que hemos sido dadivosos…

 Y si lo anterior admite discusiones y matices que son bienvenidos y bien hallados… lo que es indiscutible es que la pregunta frecuente se refiere a qué tenemos o queremos tener, y poco o difícilmente nos cuestionarán o cuestionaremos sobre qué damos o queremos dar… Aunque desde este planteamiento invertido cambiaríamos muchos paradigmas de nuestro tiempo y revitalizaríamos el sentido de aquello que somos y hacemos. Paradógicamente, si la pregunta fuese si consideramos más importante dar o tener, también estoy seguro que las respuestas, sinceras también en su mayoría, se inclinarían por destacar el “dar”… Contradicciones de nuestra condición humana y de nuestra sociedad. No siempre actuamos en función de lo que a su vez definimos como importante, y nos dejamos atrapar por la necesidad de responder a las preguntas más frecuentes, que no por ello son las más acertadas.

Siguiendo con las preguntas posibles e interesantes en este contexto, otra que invita a profundizar es la que parte del grado de satisfacción que nos produce una u otra opción, es decir, qué percibimos o recordamos o a qué atribuimos sensaciones más placenteras, y agradables: las derivadas de tener algo o las de haber dado o procurado algo a alguien. Seguro que habría una diversidad y disparidad en las múltiples respuestas…pero me atrevo o quiero pensar, que aquellos que han dado algo a alguien pondrían en valor esta experiencia antes que la otra… Porque la vivencia de dar a otro algo que pide o necesita, o que podemos dar, genera una sensación difícilmente igualable…

Desprenderse, dar, entregar…algo, no deja de tener ciertas connotaciones de poder y claros contenidos de generosidad… ojalá el poder se utilizara mucho para dar y todos fuéramos más generosos… Pero yendo un paso más allá, dar algo que poseemos, parte de la cultura del tener para llegar a la cultura del dar; de modo que conseguimos un sentido especial para lo que tenemos, que es poder darlo y que sirva a otros… Y otro matiz para mí muy significativo: esa cultura de la generosidad implica también una capacidad de aceptar lo que otros nos dan y ofrecen. La generosidad es de ida y de vuelta. Es común encontrarse con gente con gran tendencia a dar, pero a la que le cuesta enormemente acoger y recibir aquello que otros pueden darle, esa es una forma de generosidad amputada, parcial, y con riesgos… La cultura del dar es desprendida y confiada, y conlleva dar y darse, en la misma medida que aceptar a otros y lo de otros. Por eso hay que estar muy necesitado o algo desviado, para pedir y recoger sin reparos; y hay que cuidar que dar no se convierta en una rutina cómoda relacionada con la propiedad, es decir, dar la que a uno le sobra es elogiable pero no tan generoso como compartir lo que se tiene. A las pruebas me remito: los más ricos no suelen estar entre los más generosos en términos cualitativos, y en algún caso, cuantitativo.

Un amigo de mis tiempos universitarios me enseñó precisamente esto: el problema no es tanto acumular cosas, tenerlas, como no compartirlas, no darlas o no ponerlas a disposición…En definitiva, atesorar… Mi aportación a esta amistad fue mostrarle que lo más preciado que podemos dar a otro no es lo que tenemos, sino aquello que somos…Dar-nos, dar-se, es una forma de ser, que llena de plenitud nuestro camino, lo orienta, lo anima… No hace falta tener mucho, ni ser mucho, porque aquello somos lo es todo para quien nos recibe, para quien nos espera, para quien nos necesita… El otro es una oportunidad continúa y privilegiada de ser generosos, de ser lo mejor de nosotros mismos… podemos dar cosas, si en ellas nos estamos dando, podemos darnos nosotros si en ello estamos dando lo mejor que tenemos… y en todo caso descubriremos que el mejor regalo y la posesión más preciada es que alguien esté dispuesto a apreciar nuestro “dar”…

En carne y hueso: nuestros seres queridos nos lo dan todo, sin necesariamente darnos ninguna cosa, y cualquier cosa que nos dan es mucho o lo es todo para nosotros. Mis abuelos en sus últimos años tuvieron un denominador común: se preocupaban porque no podían darme aquello que les gustaría darme en forma de dinero, de una ayuda o capricho…siempre se justificaban, y tras cada pequeña cosa que me daban, siempre había un beso o un gesto de cariño…hoy algunos o muchos años después, recuerdo muy pocas de esas “cosas” y en cambio todavía revivo y rememoro las caricias, besos, abrazos, gestos… que seguían a cada una de esas justificaciones o pequeños detalles. Me lo dieron todo, porque se dieron por entero, aunque tenían poco, pocos me podrán dar más.

Sería fantástico si cada día fuéramos capaces de preguntarnos o exigirnos: ¿qué voy a dar de mí hoy?.