Era una serie de culto de mi infancia que ha dado lugar a una película más reciente que, tal vez por mis reminiscencias del pasado, no terminó de convencerme tanto como la serie, con la que disfrutaba sin reservas. La serie y sus protagonistas buscaban básicamente un entretenimiento sencillo y directo, gente decente y desamparada en apuros por culpa de malvados fácilmente identificables y muy definidos, y el grupo de rescate infalible… Pero hoy recurro a su evocación porque me parece muy ilustrativa y reveladora de lo que es el trabajo en equipo, la compactación y complementariedad de perfiles y aptitudes en pos de un fin común, y para determinar componentes o elementos indispensables en el funcionamiento de una organización: el liderazgo y la planificación y dirección; la parte creativa y más imprevisible, apasionada o atrevida; la fuerza, la seguridad y la garantía estable; la seducción, las dotes comerciales, la gestión “de calle”…

En el EQUIPO A, todo eran departamentos unipersonales pero lo cierto es que cualquiera de ellos representa una necesidad e idoneidad dentro de un colectivo. El coronel Hannibal Smith, era el líder indiscutible, meticuloso organizador y planificador, pieza de unión, referente de todos, contaba con el respeto de sus compañeros, la “auctoritas” y la visión o perspectiva más global, el “cerebro”, con un poco de las virtudes de los demás y con la gran virtud propia y exclusiva de saber dirigir con carisma reconocido. M.A. Barracus, la fuerza con cierta habilidad, estable, sensato y contenido, una garantía, leal, cumplidor, eficiente; el loco Murdock, su antítesis, atrevido, imprevisible, creativo, también leal y comprometido. Y finalmente Face, El teniente Templeton Peck, la parte comercial y seductora, el “conseguidor”, conciliador, independiente, muy útil, persuasivo, la imagen cuidada, lo más visible del equipo…

Esta suerte de brigada nos da la clave para conformar un conjunto que, bien ensamblado, configura una sólida estructura capaz de todo. Después hay que cultivar a cada uno y a todos, mantener el compromiso, sostener la convivencia, actualizar los fines, dejar siempre claros los criterios y compromisos, incentivar, estimular y motivar; pero contar con estas piezas y ensamblarlas correctamente implica un gran avance hacia el éxito pretendido. Son los perfiles a buscar cuando seleccionamos personal, cuando evaluamos nuestras carencias, organizamos la formación, cuando estructuramos o gestionamos competencias…

Todos son importantes, el conjunto es muy valioso y competitivo, cada uno completa y suple la debilidad del otro, y todos constituyen una plataforma armonizada aunque llena de heterogeneidad que es capaz de convertir su diversidad en una riqueza.  Es un equipo flexible, con gran movilidad, recursos muy determinados y siempre atenta al entorno, filtrando muy bien sus “clientes” mercado objetivo, y con una “marca” o estilo de hacer propio y muy personal, diferente y reconocible.

Es un equipo integrado por personas con virtudes y defectos que encarnan competencias y valores que unidos generan una aplicación uniforme y convergente, que pretende fines comunes. De esta banal referencia extraemos ejemplos muy claros de contenidos que necesitamos, perfiles, potencialidades que harán de nuestros equipos y organizaciones estructuras muy capaces, versátiles y triunfadoras, además de proporcionarnos criterios para determinar qué hemos de reforzar o cuidar, o desde donde plantear y tomar decisiones.

Aunque la piedra angular es “el arte” de liderar y cohesionar esas fortalezas individuales y disponerlas para objetivos comunes que han de sentirse como propios y de cada uno, y donde la virtud de todos es reconocer las capacidades del otro, aun distintas de las propias. A mí también me sirve para ratificar que cuestiones complejas encuentran inspiración en experiencias muy sencillas o aparentemente intrascendentes…