Es bastante habitual que empresas grandes o pequeñas inviertan en mecanismos y herramientas para el control de empleados y el desarrollo de sus funciones, esto es, desde limitaciones en el uso del correo electrónico, verificación electrónica de salida y entrada, programas de reporte horario, justificación de cada proceso o gestión… En fin, un complejo y más o menos extenso y completo sistema de filtros, que ante todo suponen un coste para la actividad empresarial, al que cabe discutir su condición de inversión y que en todo caso implica una partida notoria y considerable.

Frente a esto, o al lado en su fase inicial, defiendo más productivo aplicar sistemas de incentivo, de compromiso recíproco, de estímulo en la aplicación, criterios de flexibilidad con principios de responsabilidad y responsabilización mucho más intensos. Se trata de apostar por un circuito de CCRR: Compromiso, Confianza, Responsabilidad y Reciprocidad… entre empresa y empleados. La idea es poner un mayor peso en el refuerzo motivante del rendimiento, propiciando la autonomía responsable, y para ello el punto de partida es el proceso de selección cuidadoso y medido de personalidades con actitudes además de aptitudes. Y después un nuevo paradigma o cultura interna de interacción integral dentro de la empresa, donde busquemos la satisfacción colectiva a partir de objetivos comunes.

Esto que puede resultar aparentemente teórico y en vista de algunos incluso utópico, tiene concreciones y aplicaciones muy tangibles y factibles: sustituir o compaginar el coste-inversión (calificación que depende de la visión de origen de cada cual) de las medidas de control por incentivos reales al rendimiento, al compromiso demostrado y la autonomía; gestionar equilibrando la flexibilidad con la responsabilidad de cada miembro del equipo; marcando objetivos consensuados y comunes que cada uno haga suyos y donde el resultado genere beneficios para todos; crear un clima de colaboración, confianza y transparencia; y un incesante win-win interno. Estas piezas deben también contar con un ensamblaje o cadena firme: una identidad, alimentada por cada miembro de la empresa y que, a su vez, retroalimenta a cada uno. Creer y creerse la empresa es esencial para que todo fluya.

Y, como en muchos casos, son más importantes las preguntas que las respuestas para alcanzar una conclusión fundada, aunque opinable y nunca absoluta: ¿que genera más satisfacción?, ¿cómo rindo más?, ¿qué valoro más?, ¿qué me motiva?, ¿qué necesito?… si las respuestas van en la línea razonable: será más satisfactorio sentirse cómodo, responsable, comprometido, incentivado,  proporcionalmente retribuido, gozar de autonomía y confianza; antes que vigilado, controlado, estancado, limitado…

Debemos seleccionar talento y actitud, aptitud y preparación, y después construir un marco idóneo para que todo fluya en un circuito de satisfacción global y recíproca que tenga compensaciones adecuadas.

El que se siente responsable y comprometido, implicado y correspondido, quien tiene flexibilidad para desarrollar sus cometidos desde un escenario de confianza, alivia con su desempeño y su aplicación, las necesidades de controles, filtros, reportes… y sobre todo, evita reproches en la línea del aprovechamiento y la oportunidad.

Desde el punto de vista empresarial, es un sistema que implica ensayo y error, pero las ventajas de acertar superan con creces las frustraciones de la equivocación… Y al final somos empresarios, no policías, somos personas, no máquinas… y todos formamos parte de un barco con uno o muchos destinos pero al que resulta imprescindible para avanzar con competitividad que todos los remeros remen y lo hagan en la misma dirección…