Y no me refiero al ámbito taurino sino a aquellos que se empeñan en “arreglar” la vida de todos desde la barrera, esto es, los del recetario recetado. Es ese perfil casi epidémico de opinadores con poca o escasa legitimidad, que sin salpicadura, fricción o enmienda alguna no tienen reparos en determinar el camino a seguir por el resto, en lo que nos falta, en lo que necesitamos, en lo que habría de hacerse… Pero esa “clarividencia” contrasta directamente y casi siempre, con su nivel de compromiso y de implicación para cambiar algo que esté a su alcance.

Convivimos a diario con un acusado “overbooking” de tertulianos con alma de gurús que agitan y ponderan las cuestiones candentes e incluso históricas en una cocktelera de cierta distancia y superioridad, aunque en muchos casos no se les conocen méritos ni como barman, ni tan siquiera como “bebedores”. Eso sí, siempre parapetados y protegidos cual burladero, tras una barra, una mesa, o en un ambiente donde no ha riesgos de cornada alguna, o incluso de ensuciarse los zapatos con el albero.

La opinión y el debate es extremadamente sano y recomendable pero siempre acompañado o sostenido en cierta información e ilustración, y fundamentado en la coherencia que sólo dan los hechos, aun los más próximos y tangibles a quien se atreve a defender doctrinas. Está bien como ejercicio íntimo y divertimento jugar a presidentes y ministros en comidas familiares, conversaciones de barra… pero cuando esa locuacidad extemporánea, mucha o poca, se agota o ahoga en esos espacios suena a grito cobarde o encubridor de cierta pasividad o conducta acomodada. Sí, siempre es enriquecedor el diálogo pero precedido o sucedido de cierta productividad palpable aun en formato granito de arena, porque un poquito de varios es mucho, siempre que sean más que palabras.

Este escenario “musical” sería más llevadero si intrínsecamente el respeto hacia el que “es” y “hace” fuera frontera para las “doctas” intervenciones o sugerencias, pero lejos de eso, la desconsideración se palpa mucho más que cierta profundidad y responsabilidad analítica… En el bando “sufridor” se asume la “cruz” con aquello de “va en el cargo o en el sueldo”… Pero… ¿y quien no tiene sueldo para ese cargo y soporta esa carga?, ¿y quién está en el cargo y aun por mucho sueldo no merece tan continuo vilipendio?… Y en sentido más práctico, ¿acaso no sería más beneficioso volcar tantas certezas o recomendaciones en alguna acción o ejecución?. No obstante, nuestra consentida sociedad civil se puede permitir este lujo y otros, aunque van quedando pocos, y desde luego estas tendencias están también atizadas y amparadas en la deplorable cultura del mérito y del esfuerzo que impera y que se aprecia en aquellos que son foco de esas tertulias y opiniones forofas, por cuanto son fruto de esa decadencia. Al final es esa base ciudadana, cada uno de nosotros, la que soporta ese mal hacer o ese poco hacer, o al final, ese mal “ser”.

Mucho más grave es si extrapolamos esta costumbre tribal a nuestras estructuras de gobierno y decisión, y ahí, aun salvando las distancias, se puede detectar una replica del sistema: opinar de lo ajeno, recomendar acciones a otros desde la inexperiencia, y apuntar decisiones sin preparación y conocimiento. Ejemplos: sindicatos condicionando empresas sin que ninguno de ellos haya sido empresario, o negociando despidos y condiciones laborales sin que las suyas propias se vean afectadas; políticos decidiendo políticas y medidas para empresas sin haber estado ni tan siquiera cerca de una de ellas y lo que es casi más grave, sin haber sido otra cosa que eso: políticos en política; empresarios haciendo política y tratando de influir en ella… En fin, todos mirando hacia el de “al lado”, pasando “bola”, esperando el paso del otro, para chillar o “recetar”…

Así, un día, te paras, casi te alienas o abstraes, contemplas, observas y escuchas cual águila lo que ocurre desde lo más alto y con distancia, puedes tener la sensación, de vivir en un círculo tertuliano incesante, donde todos saben qué deben hacer los demás y muy pocos hacen o intentan algo de verdad. Tal vez la solución sea entrenar un “águila escribana” que coja apuntes en los chiringuitos, playas, campos y fiestas; y los filtre al gobierno para que los archive o los adapte o los guarde… Total, ya hemos tenido un “Faisán”, porqué no probar otro ave por si esta nos da mejor resultado.